Revista Triunfo – 9 de abril de 1989
William Charpentier Morales
El campeonato nacional de ajedrez de primera división del presente año revestía características interesantes y diferentes, en relación con otros torneos a los ojos de los aficionados, aunque similar para mis efectos.
En los años de 1979 y de 1980, yo creía que tendría que bregar muy duro para desplazar a los dos jugadores de ese momento, Juan León Jiménez y Jaime Vaglio, sin embargo, estos decidieron abandonar su sitial antes de defenderlo, con lo que se facilitó la obtención de mis dos primeros títulos nacionales, además del de 1981.
Para 1982 y 1983 pensaba que mantendría un largo duelo con mi gran rival local, Alexis Vargas; pero no, Alexis se complicó en su ajedrez y después de ganar un campeonato sufrió serios altibajos.
En 1984 surgió la figura de Francis Maynard como el contendiente de tumo, pero al igual que Alexis, luego de ganar el gallardete no volvió a ser el mismo. En el 85 conquisté mi cuarto título.
Durante 1986 se habló del regreso de Jaime Vaglio, pero fue efímero y a la vez la antesala a su retiro.
En los años 1987 y 1988, Eugenio Chinchilla surge como el rival que pondría fin a una era; no sucedió, todo lo contrario, se inició un nuevo período que se prolonga a la actualidad, con la conquista de tres campeonatos en forma consecutiva, siete en total en mi carrera, igualando la marca de mi tío, Ricardo Charpentier.
En el presente año hubo un ascenso vertiginoso de dos jóvenes, Sergio Minero y Bernal González, pero aún sin la experiencia necesaria para cambiar el estado de las cosas en nuestro medio.
Quizás algunos se pregunten si el ajedrez costarricense está estancado o en decadencia. Yo les respondería que no, que por el contrario, el ajedrez tico ha experimentado un gran progreso en los últimos tiempos y ha logrado cierta proyección Internacional con participaciones en los Emiratos Árabes Unidos, Grecia, España, Rumania, Puerto Rico y Cuba, entre otros países, y se ha popularizado con torneos regionales, juveniles y colegiales.
La respuesta no está en un falso estancamiento, sino en la entrega, la disciplina, el amor, el sacrificio, en la mística y en la pasión sin compromisos que yo he realizado por el ajedrez más que otros y que quizás no todos están dispuestos a asumir. Esa es la diferencia de William Charpentier Morales con los demás.
El campeonato de 1989 parecía sobre el papel relativamente fácil, con la interrogante sobre lo que podía realizar Chinchilla, o bien cuán grandes eran los progresos de los juveniles.
En la etapa de clasificación, después de una injusta distribución de los grupos -el dos más fuerte que el uno- se clasificaron para la final Eugenio Chinchilla, Bernal González y Rodolfo Arias, quienes cedieron sus campos a Carlos Granados, y Ronald Ugalde, Sergio Minero y este servidor, por el segundo sector. Fuera de la hexagonal quedaron Francis Maynard, Juan Alexis Murillo y la gran revelación, Rodrigo Alarcón.
La etapa clasificatoria nos mostró a un Chinchilla inseguro, a un González talentoso y a un Granados muy bien preparado; a Sergio Minero medroso, a Ugalde henchido de deseos y de pundonor y a un Charpentier cansado, pero con el deseo de revalidar su título.
Además, vimos a un Maynard increíblemente irregular, a Murillo irreconocible, a Alarcón espectacular y jugando como se debe, a un León sufriendo el ajedrez y no disfrutándolo, a Carlos Araya y a Freddy Rojas divorciados con el buen juego y sin ninguna preparación, a Rodolfo Arias con algunos procesos y a Manuel Murillo, Jorge Campos, Francisco Hernández y Gustavo Trigueros, apenas con unos cuantos destellos.
Después de la primera ronda de la hexagonal, en la que me salvé milagrosamente de una pérdida con Minero, me acordé de mi nombre, de mis condiciones, de mi prestigio y empecé a acumular puntos para finalizar la fase inicial con cuatro y medio de cinco posibles. Para la segunda vuelta prácticamente ya todo estaba definido y se convirtió en una etapa de mero trámite. De 10 puntos acumulé siete y medio, más que suficientes, con lo que gané en forma invicta la serie final.
LA NUEVA GENERACIÓN
Pienso que es importante el ascenso de una nueva generación con miras a los Juegos Centroamericanos, por celebrarse en Honduras, y para los Centroamericanos y del Caribe, en Guatemala, pero considero que es urgente y prioritario contratar a un técnico de categoría para rescatar todo lo positivo de ese rejuvenecimiento del ajedrez.
He alcanzado un nuevo título y me alegra, como todos, pero aún no encuentro el rival que me ponga en Jaque, y créanme que hace falta.
MIS RIVALES
En la hexagonal final, a dos rondas, así observé a mis rivales
Eugenio Chinchilla: Pasa un período de baja forma y a estas alturas de su carrera no ha dominado a su gran enemigo, el reloj, que lo lleva a cometer varias imprecisiones.
Bernal González: Con escasos 15 años de edad, mostró un gran pragmatismo en el análisis, pero adoleció de consistencia en el final. En la primera partida le gané con una defensa siciliana y en la segunda empatamos tras 15 movimientos. Creo que necesita un guía para que no pierda su talento natural.
Sergio Minero: Considero que está siendo presionado en forma tempranera. Debe madurar un poco más. Demostró grandes condiciones en el torneo. En el primer encuentro, yo con una defensa Tarrasch, igualamos en 52 jugadas; repetimos en el segundo después de 29 movimientos, en el que me vi forzado al empate con un sacrificio de torre. Será un gran jugador.
Ronald Ugalde: El jugador con más deseos en el torneo; necesita urgentemente un entrenador para corregir sus deficiencias técnicas. Con un gambito escocés lo vencí en 40 jugadas en el primer partido y en el segundo también, con un gambito de dama en 56 movimientos.
Carlos Granados: Tiene que aprender la frase del gran Capablanca: “Es mejor perder por un mal plan que por indecisión”. Ha progresado en relación con el año pasado, aunque debe jugar con más práctica.